Redacción
Toluca, Edomex. 17 de julio de 2014.- Agentes ministeriales de la Procuraduría General de Justicia del Estado de México capturaron en las últimas horas a siete sicarios responsables de varios homicidios ocurridos en el primer semestre en la zona poniente del valle de México y a uno de los ladrones que participó en el robo de una joyería de Plaza Satélite, perpetrado en marzo pasado.
Los ocho presuntos delincuentes fueron remitidos al penal de Barrientos y consignados a un juez de control de Tlalnepantla que en las próximas horas determinará su situación jurídica.
En el primer caso se logró la detención de Gabriel González Garcia, por su presunta responsabilidad en el robo a una joyería de Plaza Satélite. Este sujeto detenido en Tlalnepantla, refiere que fue reclutado por Mauricio Sánchez García, hoy preso en Quintana Roo, por robo a otras joyerías en Cozumel y en otros estados.
Gabriel González contaba con antecedentes penales, pues en 2008 habría cometido al menos seis homicidios en Guerrero y uno más en el Estado de México. Los asesinatos fueron contra presuntos narcomenudistas que no se quisieron alinear a la organización a la que pertenecía Gabriel González.
En el segundo caso, se logró la detención de Manuel Alejandro Páez Santos, Juan Carlos García Camargo, por su presunta responsabilidad en el delito de extorsión en el municipio de Atizapán. García Camargo también está vinculado con homicidios ocurridos este año en el poniente del valle de México. El primero, el 9 de enero, en Tultitlán y Cuautitlán Izcalli, otro más el 31 de enero en Tultitlán y luego uno más el 9 de marzo en Izcalli.
En cada uno de estos homicidios, García Camargo dejó mensajes intimidatorios junto a los cadáveres, ostentándose como integrante de un grupo delictivo con orígenes en Sinaloa.
En el tercer evento, se informó de la captura de Daniel Pardo Hernández, Sergio Sánchez Alba, Enrique Gutiérrez Payares, Ramsés Romero Recillas y Enrique Romero Recillas, involucrados con al menos 16 homicidios en los municipios de Atizapán, Tlalnepantla y Cuautitlán Izcalli.
Estos pretendían asentarse en la zona poniente del valle de México para controlar venta de estupefacientes, y a través de amenazas y homicidios pretendían alinear a narcomenudistas.