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El Manual de Maquiavelo 17-02-2023

Francisco Ledesma / Las Ciudades Bicentenario (BIS)

En el año 2005, cuando el priísta, Enrique Peña asumió la gubernatura del Estado de México, se emprendió un programa denominado Ciudades Bicentenario, bautizadas así por la coincidencia coyuntural del sexenio, con el 200 aniversario de la Independencia de México, junto con decenas de obras de infraestructura emprendidas entre el peñismo y el calderonismo de hace una década.

El objetivo, era impulsar ciudades modelo en el desarrollo de conjuntos habitacionales con gran proyección de zonas industrializadas. En el sexenio peñista se detonó una explosión de viviendas, como si por arte de magia se fueran a instalar ahí la industria, el comercio y las vialidades. El programa fue un rotundo fracaso, con problemas heredados para años posteriores.

Municipios como Zumpango y Tecámac detonaron el crecimiento poblacional, pero las grandes empresas nunca se asentaron en esta región nororiente del estado. Pronto, se convirtieron en ciudades dormitorio. Los jefes de familia debían viajar por horas a sus lugares de trabajo, la generación de empleos fue una consigna pendiente, y el modelo de vivienda trajo consigo un hacinamiento poblacional como otro ingrediente negativo del desarrollo urbano.

En el transcurrir de los años, se experimentó el abandono de muchas viviendas; en otros tantos casos, los propietarios dejaron de pagar la hipoteca; y ante la falta de identidad, pertenencia y de convivencia social, se suscitó un acontecer indeseable: una cruenta violencia -descrita y comprobada en diversas narrativas- con la ocurrencia de diversos delitos que laceraron y quebrantaron a cientos de familias, particularmente por la incidencia de feminicidios, siendo el Río de los Remedios testigo inefable de que las Ciudades Bicentenario se convirtieron en Ciudades de Abandono.

En las paradojas del acontecer político, hoy esas Ciudades Bicentenario podrían revivir ese modelo de construir un polo de desarrollo habitacional, industrial, comercial y social, con la proyección del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, edificado en el corazón de Tecámac y Zumpango, donde hace una década se diseñó fallidamente un semillero electoral para los gobiernos priístas.

A la distancia, el presidente, Andrés Manuel López Obrador confía en que esta región nororiente del Estado de México sea un área de oportunidades para la industria, pero también para el sector servicios, frente al detonante del turismo de negocios y el turismo comercial, que tiene consigo cadenas de valor ligadas a la ampliación de la terminal aérea impulsada desde el inicio del sexenio.

Atrás han quedado los debates de la elección por la gubernatura de 2017, y la defensa del aeropuerto en Texcoco; hoy el delmacismo también está convencido de que el AIFA podrá sortear los desafíos de un polo de atracción de vuelos comerciales y de carga; y a partir de ahí, también resolver el desarrollo urbano que había quedado como una deuda pendiente en el sexenio peñista.

El AIFA está lejano a solucionar la saturación del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, pero está próximo a convertirse en una fuente atractiva de inversiones privadas. El capricho del presidente parece que tendrá una alta rentabilidad política, económica y social, más allá del éxito aeroportuario.

Hoy, las Ciudades Bicentenario ya no deberán ser un problema, sino una solución con la sustentabilidad en términos de vivienda, agua potable, vialidades y desarrollo urbano; con la única diferencia de que hoy, el semillero de votos podría ser capitalizado por los morenistas en la búsqueda del poder político.

Muy pronto, el Aeropuerto de Texcoco quedará sepultado para siempre.

La tenebra
¿Y el Aeropuerto Internacional de Toluca, cuándo será una prioridad para el alcalde, el gobernador (gobernadora) o el presidente?