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OFF THE RECORD 15-12-2022

Toluca, Edomex; 15 de diciembre de 2022.- Ayer miércoles, los aliados del prianismo fustigaron las limitaciones reglamentarias que existen respecto de la organización de debates en las campañas electorales. Las normas establecidas determinan que, en la renovación por la gubernatura, se habrán de organizar dos debates -de forma obligatoria-, pero al PAN le parece buena idea tener al menos un ejercicio por semana; situación que fue respaldada por el PRI y el PRD, lo que deja de manifiesto su condición actual, y su estrategia inmediata.

Por un lado, se puede advertir que el PRIAN se reconoce en desventaja absoluta respecto de todas las encuestas electorales, incluidas las propias; y por otra parte, buscan fustigar al morenismo a partir de su desgaste en el ejercicio del poder, pero fundamentalmente, pretenden exhibir las limitaciones discursivas y la carencia de elocuencia de quien será la candidata a la gubernatura, Delfina Gómez. El ejercicio podría resultar contraproducente, si se pone sobre la balanza la retahíla de ataques que prepara Morena contra Alejandra del Moral.

En el manual de elecciones, se establece que, el partido o candidato en desventaja debe apostar a la mayor cantidad de debates posibles para ganar notoriedad entre los votantes; y atacar al puntero -ya con un techo electoral- con el firme propósito de que sus preferencias desciendan hacia la elección.

La discusión se dio en la sesión del Instituto Electoral del Estado de México (IEEM), y las consejeras electorales reconocieron que la organización de los debates no es limitativa. Algo curioso fue el silencio ominoso por parte de Morena, que se sabe en ventaja en las preferencias, y en su estrategia no deberá arriesgar su condición en debates que sólo beneficiarían a sus adversarios.

¡Qué lejos está el priísmo de aquellos tiempos en que rehusaba a los debates! Por ejemplo, la ausencia permanente del entonces candidato, Arturo Montiel, a un debate organizado por el noticiero Monitor en la década de los noventa, con la participación del panista, José Luis Durán; y el perredista, Higinio Martínez.

En la campaña del 2005, los debates seguían lejos de una regulación. Enrique Peña asistió a un debate organizado por una institución universitaria privada; y acorralado por las circunstancias, reconoció ahí, frente a los estudiantes tener un hijo fuera del matrimonio, para afrontar el resto de la campaña sin responder a los ataques que recibía a diario de Rubén Mendoza y Yeidckol Polevnsky.

Seis años más tarde, ya los debates eran organizados por el IEEM, y tenían como sede a Televisión Mexiquense. Lo más memorable de aquellos debates no fueron el contenido de la discusión política. Ahí, Eruviel Ávila se ganó el mote de “chapitas” por el exceso de rubor con el que apareció en la pantalla televisiva.

Y ya con Del Mazo, la alianza prianista marcaba sus primeros pasos. Los esquiroles Teresa Castell -entonces candidata independiente financiada por José Manzur-; y el entonces perredista, Juan Zepeda, se dedicaron a descarrilar a Delfina Gómez, como parte de una estrategia por dividir el voto antisistema, y evitar el avance y la victoria electoral de la morenista, que se presentará de nueva cuenta en la boleta electoral en junio de 2023.

El prianismo apostará porque haya mucha exhibición mediática de Delfina; y ésta, podría contratar a quienes les gusta tener gobernadores sometidos a una burbuja, con escenarios controlados, y reporteros en «corralitos» para evitar las entrevistas. ¿En dónde hemos visto eso en los últimos dos sexenios?

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