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El Manual de Maquiavelo 22-07-2022

Francisco Ledesma / El reloj de AMLO en el Edomex

Experto en marcar la agenda pública durante las últimas dos décadas, el presidente Andrés Manuel López Obrador ha definido como una prioridad de su gobierno, ganar la elección del Estado de México, en cuyo escenario pretende instalar su trascendencia en el debate mediático de los siguientes diez meses, en la que se incluye su proceso interno, sus encuestas, su candidatura, su organización electoral, y eventualmente vencer al icónico Grupo Atlacomulco.

La noche del 5 de junio, tras ganar las elecciones de Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo y Tamaulipas, el dirigente nacional de Morena, Mario Delgado abrió el frente de batalla electoral de 2023; y desde entonces, semana a semana, ha delineado la ruta morenista para derrotar al priísmo en su último bastión político.

Con la operación política de Sheinbaum, Adán Augusto y Ebrard por delante, Morena ha diseñado la construcción discursiva de que triunfar en el Estado de México significará una victoria simbólica frente a los vicios más nocivos de un régimen de partidos que se resiste a morir; y en un pragmatismo electoral, se puede entender que ganar aquí, para la 4T, es avanzar con pasos agigantados al triunfo de la Presidencia de la República en las elecciones de 2024.

En el PRIAN reconocen que por separado sus posibilidades de victoria son nulas, y también se puede identificar que la promoción anticipada de sus aspirantes -sólo trasciende en el gasto excesivo de espectaculares y un desgaste social innecesario de estructuras que se movilizan-, pero su mensaje se atomiza en medio del fuego amigo, proclive de los procesos de facto priístas.

Mientras los morenistas ya han abierto sus encuestas, lo que genera una alta expectativa entre la militancia, y al tratarse de un proceso formal -en busca del coordinador (y todavía no llamarle candidato)-, genera una larga difusión mediática, en un discurso uniforme que consiste en profundizar el proyecto de “transformación” en la cuna del peñismo -hoy investigado financieramente-.

El partido guinda transita por dos rutas, que son las que marcan cualquier estrategia electoral formal. Por tierra, construye acuerdos a través de Mario Delgado y Adán Augusto López, para consolidar una candidatura robusta y en unidad. Por aire, lanza un mensaje consistente y permanente, de aquí a que comiencen las campañas formales, lo que permitirá identificar en el corto plazo su candidatura, en un posicionamiento que la pondrá por delante, con toda la maquinaria y la preferencia electoral que representa Morena en la entidad.

La estrategia ha resultado efectiva. Desde el INE hasta la comentocracia han puesto en el centro del debate al Estado de México; y particularmente se habla sobre el proceso de Morena, y sus eventuales candidatos ya finalistas. Conforme se acerquen los tiempos electorales, la sucesión mexiquense se convertirá en un asunto de la agenda pública para las conferencias mañaneras de López Obrador.

Con la precisión de un reloj inglés, el discurso presidencial se hará presente cuando sea necesario para empujar a su partido, y a su candidatura en el Estado de México, lo que permita dar la última estocada al priísmo en su estructura más organizada, más numerosa y financieramente más prolífica y más rentable.

De su lado, la oposición se mantiene como ha transitado en el sexenio. Con un discurso en el que no hablan de su proyecto, o bien de la reivindicación de un gobierno y su clase política, sino de derrotar a Morena -y sus cuatro años en el poder-, sin darse cuenta que en el discurso de campaña, y en la defenestración política de las encuestas, son ellos mismos, los enemigos a vencer.

No entienden que no entienden.

La tenebra

Y pensar que, hace diez años, desde el PRI se apoyó a Delfina Gómez para que ganara Texcoco, porque el fuego amigo desprotegió al candidato priísta.

 

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