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El Manual de Maquiavelo 25-02-2022

Francisco Ledesma / La ratificación del movimiento

La consulta sobre revocación de mandato del presidente Andrés Manuel López Obrador será el último ejercicio electoral previo a los comicios por la gubernatura del Estado de México, que pondrá a prueba particularmente a las estructuras sociales de Morena, y su capacidad de movilización hacia junio de 2023.

La jornada comicial programada para el 10 de abril, se concentra en un discurso político que conlleva a la ratificación del mandato de la denominada Cuarta Transformación, bajo los argumentos de los denominados logros del gobierno de México, los cuales tienen una alta carga ideológica sobre su proyecto de nación.

El activo más importante de Morena sigue siendo López Obrador y sus altos índices de aprobación entre los electores, y en gran medida, el voto de rechazo o de castigo al “prianismo”; lo que refleja que en términos de organización todavía funciona como un movimiento más que como partido político.

De forma irremediable, Morena tiene mecanismos de agrupación semejantes a las “tribus” que dieron origen hace más de treinta años al PRD nacional, lo que implica un movimiento fracturado por intereses sectarios conforme a la repartición de cargos partidistas o de elección popular. En esa ecuación, el Grupo de Acción Política es el de mayor capital electoral en la vida interna de Morena.

Esa ascendencia política, deja la sensación de que la candidatura a la gubernatura del Estado de México podría recaer en alguien identificado en el GAP, cuya presencia prolifera en el gabinete lopezobradorista, en el Senado de la República, en la Legislatura Estatal, en las alcaldías de decenas de municipios y en la delegación del propio partido.

Lo cierto es que, nada garantiza que la designación de un candidato surgido del GAP pueda concitar el apoyo incondicional de los demás sectores de Morena en el estado; ni mucho menos, que la eventual elección de un candidato ajeno al GAP puede garantizar el arropo de Higinio Martínez y su círculo político.

En más de una ocasión, las componendas del poder han dejado la sensación de que algunas «tribus» de la izquierda ganan más, cuando pierden elecciones.

De ahí la importancia de que, el proyecto electoral de Morena no sea el candidato o candidata a la gubernatura, sino que sea López Obrador el eje de la elección de 2023 en una condición histórica por vencer al Grupo Atlacomulco.

Con argumentos ideológicos, la revocación de mandato se vuelve un ejercicio de mantener activas a las fuerzas vivas del movimiento, aquellas que no responden a una militancia ni a una identidad con las «tribus» morenistas; e incluso a incentivar a las clientelas electorales que son parte de los programas sociales.

Se trata de movilizar y mantener cautivo al lopezobradorismo que le ha dado el triunfo a Andrés Manuel en 2006 y 2018 en el Estado de México; y que llevaron a Morena a ser la primera fuerza electoral en 2017, 2018 y 2022.

Hacia 2023, los electores de Morena harán la diferencia ante una contienda de ánimos polarizadores, si salen a votar llevarán a un clivaje político al último bastión priísta; o bien, si deciden no salir, con el voto duro del prianismo, será suficiente para garantizar la prevalencia del régimen en el poder.

Quien sea el candidato morenista enfrentará a la mayor maquinaria electoral del país, construida por décadas a partir de una red innumerable de liderazgos vecinales, dirigentes seccionales, cacicazgos regionales, pero sobre todo élites de poder político y económico, que se han impuesto elección tras elección desde hace setenta años, cuya mayor fortaleza es la unidad en torno a sus intereses.

La tenebra

El priísmo ya realiza en el diseño de su estrategia electoral, a partir de los ajustes en el gabinete estatal. Los llamados gabinetes regionales ya tienen el diagnóstico, y trabaja en la construcción de sus estructuras electorales.

El candidato, para el régimen oficial, por ahora es lo de menos.