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Violencia política y campañas negras

Juan Carlos Núñez Armas*

Quintu Tulio Cicerón, en el año 53 antes de Cristo, recomendaba a su hermano Marco, quien competía por un espacio en el senado romano, “…procura que toda tu campaña se lleve a cabo con un gran séquito, que sea brillante, espléndida, popular, que se caracterice por su grandeza y dignidad y de alguna manera si fuera posible, que se levanten contra sus rivales los rumores de crímenes, desenfrenos y sobornos”. Podríamos considerar esta recomendación como el inicio de las campañas negras entre las/os contendientes políticos.

Cuando era más pequeño, con mis compañeros de escuela, jugábamos el teléfono descompuesto. En mi opinión, el párrafo anterior describe una situación parecida. Hace más de 2000 años que el consejo fue dado y no nos llega todo el mensaje original. Sólo se adapta en parte a las campañas del siglo XXI. Así, la semana que concluyó se llenó de acusaciones en diversos municipios y distritos. Se presentaron diversos enfrentamientos verbales y hasta físicos entre representantes partidistas.

Hasta Maquiavelo parece estar vigente en este proceso electoral “cuando el pueblo se ve inclinado a hacer una mala elección, es lícito y hasta honroso a cualquier ciudadano, dar a conocer en público, el discurso sobre defectos del candidato para que, sabiéndolos, el pueblo pueda elegir mejor”. Pero seguimos con el teléfono descompuesto, pues cada candidata/o se atribuye ser el juez de la campaña contraria y condena a su adversaria/o a ser quien haga el papel de exhibir a su oponente todo lo que sabe y si no lo sabe se lo inventa, el chiste es que parezca real.

Lamentablemente, la violencia política está presente en las campañas y este será el proceso más violento de la historia reciente. Según el cuarto informe de violencia política presentado por Etellekt Consultores, en el corte realizado entre el 7 de septiembre de 2020 y 30 de abril de 2021, se observan tendencias francamente preocupantes:

  1. Se dispara violencia contra políticas/os y candidatas/os: suman 476 agresiones. Destacan las amenazas (174) y los homicidios (79); también se presentan infracciones contra la dignidad (34), robo con violencia (31), atentados contra familiares (30) y daños en propiedad (27), entre otros.
  2. Suman 282 las/os aspirantes y candidatas/os agredidas/os.
  3. Prevalece la impunidad en atentados.
  4. Las/os candidatas/os y políticas/os opositores, han sido el principal blanco de la violencia.
  5. El 49 % de las víctimas mortales, pertenecían a la alianza opositora al gobierno federal.

Resulta interesante revisar de dónde viene esta violencia. En mi opinión tiene diversos orígenes. Uno de ellos, sin duda, es el lenguaje verbal que las dirigencias partidistas emplean en sus spots a través de los cuales se lanzan acusaciones e insultos mutuos, aunque las/os autores afirmarán que son verdades, según lo dicho por Maquiavelo.

Otra de las fuentes son las campañas negativas, es decir, la exposición de los defectos del o la oponente, haciendo cualquier crítica, logrando así hacer un frente de atracción positiva y otro negativo, buscando atraer los votos de indecisos. Suele emplearse en tres momentos clave que explican dónde nos encontramos: 1) cuando hay un empate técnico y hay que denostar a los adversarios para atraer votantes; 2) si un candidato está bajando en la preferencia y, entre dos adversarios buscan lanzarse a la ofensiva; y 3) cuando las campañas son muy cortas y hay una ventaja considerable, como podría ser varios de los casos que se han registrado.

Cualesquiera que sea la situación no es deseable que este tipo de violencia se genere y cunda en una sociedad ya bastante golpeada por la crisis de salud, la economía muy complicada y la propia inseguridad prexistente, como para que se adicione la violencia electoral.  Debemos rechazar totalmente la violencia política porque es un atentado contra la democracia, compromete la autonomía e integridad de las/os futuros funcionarias/os, podría incluso atraer autoridades más corruptas, desvío de recursos e incremento de la violencia.

La cultura de paz y la no violencia debe manifestarse en las campañas políticas, para que las relaciones entre partidos estén guiadas por el respeto al opositor político. Debemos rechazar públicamente y denunciar como ciudadanas/os ante las autoridades competentes todo lo que amenace el funcionamiento de la democracia. Actuar de manera responsable, promoviendo el ejercicio libre y consciente de los derechos políticos, rechazando cualquier tipo de intimidación, coacción o corrupción electoral.

*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM. Y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.

Twitter @juancarlosMX17

Facebook Juan Carlos Núñez Armas

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