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El Manual de Maquiavelo

La derrota de Calderón

Francisco Ledesma

La obstinada lucha de la administración calderonista, para hacer de su guerra contra el narcotráfico su bandera de gobernabilidad, herramienta de legitimidad inconclusa, y propuesta de conservación para el proselitismo panista fue decantando su desgracia, que lo condujo a la irremediable y hasta hoy abierta herida de la derrota electoral del pasado 1 de julio.

El sexenio que está por concluir, deja una deuda enorme en el respeto a los Derechos Humanos, derivado en gran medida por la irracional lucha contra el narcotráfico. La participación de las fuerzas castrenses en labores de seguridad pública tuvo saldos muy negativos, de una sociedad que fue víctima de los grupos criminales, pero que también padeció un gobierno insensato, obstinado en que la represión policíaca era respuesta a la delincuencia organizada.

Olvidado de su principal promesa de campaña –la generación de empleos- Calderón se desdibujó en el ejercicio del poder. El calderonismo nunca se ocupó de incentivar la inversión, de crear las fuentes de trabajo tan necesarias, muy por el contrario, fue en su sexenio donde se detonó el fenómeno de los estigmatizados “ninis” de personas que ni estudian, ni trabajan, por la falta de espacios educativos y oportunidades laborales.

Los resultados en materia de seguridad –y de su gobierno en general- según concluyó la autocrítica panista, no se comunicaron lo suficiente, ni de forma eficiente. Cortázar y Sota no atajaron los escándalos. La corrupción fue el gran cáncer que en la Estela de Luz diagnosticó una enfermedad terminal de un gobierno panista que cayó en coma en la elección presidencial pasada.

Permeó más entre la ciudadanía, el desgano de un gobierno indolente. Se profundizó la idea de una administración que poco se ocupó de lo que más laceraba a la gente. La legitimidad que nunca tuvo, se convirtió en un rechazo tácito que lo persiguió en sus actividades públicas para increparlo.

Al conflicto postelectoral que le produjo la reducida ventaja que le dieron los resultados oficiales sobre López Obrador en 2006, se le sumaron las calamidades de la crisis económica, la influenza de reciente descubrimiento, las inundaciones en el sur y las sequías en el norte, hasta cerrar con la insuficiencia en el abastecimiento de huevo, uno de los alimentos básicos de la sociedad mexicana, cada vez más precaria.

Los panistas, que poco entendieron de ejercer el poder, hoy reprochan por doquier al calderonismo. Ahí está Espino muy plegado a la causa de Peña Nieto, lo mismo ocurre con García Cervantes retirado de la política, y decepcionado de la perdición –que no es lo mismo que la derrota- que hoy sufre el panismo, y un aguerrido Javier Corral que no soporta que Calderón intente mantener el control del partido, al que tanto daño le ha hecho.

Termina el sexenio de uno de los presidentes con más negativos entre la población. Ya sea por los miles de muertos, por los graves índices de desocupación, por el aumento significativo en la pobreza, o desde su propio partido, porque es el presidente que deja al panismo en la lona, arrinconado y sumido en una derrota, que parece insuperable en el corto tiempo.

Cegado de poder, lleno de autoelogios y de nula autocrítica, Calderón presume sus resultados engañosos. La derrota del PAN en la elección presidencial no se construyó el 1 de julio, tampoco fue producto de la caída libre de Vázquez Mota en campaña, el fracaso panista fue cavada día a día por Calderón y su gobierno, que generó un hartazgo suficiente para que el electorado le manifestara su rechazo, y exigiera el regreso del priísmo a partir de diciembre.

Los pactos junto a Elba Esther Gordillo, las televisoras, los intereses empresariales y las conservadoras elites religiosas, son los mismos que hoy echan a Calderón por la puerta de atrás. Se va además, con una mano atrás y otra adelante, porque su margen de maniobra y su influencia en otros sectores de poder son altamente cuestionados hasta por sus partidarios.

Calderón ha firmado su derrota y la de su partido. En tránsito se encuentra la entrega – recepción de la Presidencia de la República. Nada que hacer, mucho menos lamentar. El panismo ha sido víctima de sus errores, de sus malas decisiones y de un gobierno que –a lo largo de 12 años- simplemente no supo que hacer con el poder. La improvisación marcó la rutina de sus gestiones.

El corolario es tan lamentable que huele a desgracia.

La tenebra

El problema no es que Cordero salga en defensa de la investidura presidencial y de la cercanía de su amigo Calderón. El gran riesgo es que el ex secretario de Hacienda puede quedarse solo en su fallido intento.

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