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EDITORIAL (16-10-2017)

La creación de un millón de empleos, más allá de ser una buena intención por parte del gobernador Alfredo del Mazo para su sexenio, transita por la necesidad de implementar medidas suficientes que le permitan alcanzar la meta; e insertar en la agenda pública como prioridad abatir la precariedad salarial y la informalidad laboral; así como fomentar la productividad de la clase trabajadora.

De entrada, en la política laboral del gobierno delmacista se puede advertir que un millón de empleos en seis años puede resultar una cifra insuficiente, si se considera el mayor bono demográfico de la población económica activa del país.

Empero, el más profundo desafío de la política delmacista exige enfocar sus esfuerzos en la capacitación laboral, como una palanca de desarrollo que supere las condiciones de un estado dedicado a la maquila, y a un sector obrero de limitadas destrezas que sujeta su condición a bajos salarios.

Un factor fundamental, con base en las políticas neoliberales dominantes, anticipa que es imprescindible elevar la productividad laboral para sopesar un aumento salarial sostenido. Dicho de otra forma, los trabajadores mexicanos permanecen mucho tiempo en sus oficinas o centros de trabajo pero con una productividad precaria, al igual que los emolumentos que perciben.

Por lo tanto, Del Mazo deberá evaluar los avances de su política laboral no de forma limitativa respecto de la creación de empleos, sino de la calidad de esas nuevas fuentes de trabajo, de la capacitación de la clase trabajadora que posibilite una mano de obra especializada, que incida además en la productividad de las empresas, y sea un factor decisivo en empleos mejor pagados.

En esa encomienda, es importante reconocer la vocación económica de cada región del Estado de México, que pueda potenciar cadenas de valor entre las economías locales, así como la consolidación de capital humano -mediante un sistema educativo de calidad- que responda a las expectativas, ya sea por su proclividad a la producción (productos) o la serviducción (servicios).

El Estado de México concentra un amplio potencial, ya sea por ser un centro estratégico de conectividad –por sus carreteras y aeropuertos-, un polo de desarrollo y de consumo por su concentración demográfica -al ser el estado más poblado del país-, pero que en los últimos años ha perdido su capacidad de atracción por la incidencia criminal que desalienta a los hombres de negocios de invertir en el estado, o bien, por su abundante burocracia que en muchos casos deriva en corrupción como un elemento que inhibe a la inversión privada.

Del Mazo deberá reivindicar al Estado de México como un centro de negocios, de una clase trabajadora de amplias capacidades, de un potencial productivo, pero que recupere su paz social y de combate frontal a la corrupción, como factores de atracción para desarrollar aquí a las empresas que consoliden su potencial económico, pero que generen los empleos dignos y de calidad.

Por ahora, se ha fijado una meta alta pero insuficiente, para el estado más poblado del país, que a la fecha sigue identificado como una entidad dormitorio, porque miles de sus habitantes deben trasladarse a otras entidades (Ciudad de México, Querétaro y Puebla) a buscar las oportunidades laborales que aquí se le han cerrado o negado, en un estado donde proliferan los empleos mal pagados, el subempleo y la desocupación como factores de descontento y hartazgo social.

Del Mazo tiene por delante un millón de posibilidades para posibilitar que la tendencia puede revertirse, y ha llegado el momento de demostrarlo.

 

 

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