Toluca, Edomex. 05 de septiembre de 2017.- La corrupción ha sido, es y seguirá el mayor lastre del gobierno peñista. La Casa Blanca construida y vendida a la familia presidencial de Peña Nieto fue el mayor detonante. De ahí, se han suscitado otros ejemplos como OHL y los sobornos a funcionarios de alto nivel. Las consecuencias lacerantes del socavón de Morelos han desnudado un gobierno negligente y omiso. El colmo de males ha sido el ineficaz y lastimoso manejo de crisis. La desaprobación es muestra del hartazgo y sus excesos.
Ahí, el gobierno del atlacomulquense se ha despeñado. La reciente exhibición de la “estafa maestra” que exhibe a ocho universidades públicas y once dependencias triangulando 3 mil millones de pesos, profundiza una crisis de honestidad. Un gobierno que pretende legitimar su discurso, y vender en un discurso sibilino, la necesidad de dar continuidad al proyecto de país. Pero, se trata de un proyecto que privilegia a las élites, los grandes negocios, agudiza las brechas de desigualdad, carente de autocrítica, abundante de frivolidad.
El desfalco perpetrado por instancias federales, impacta severamente a la clase gobernante del Estado de México. Otra vez el Grupo Atlacomulco, y las triangulaciones del dinero público. Ahí los funcionarios federales mexiquenses más cuestionados del sexenio: Chuayffet -defenestrado de la SEP-, Ruiz Esparza -el más blindado del gabinete-, y hasta Del Mazo, en la víspera de su ascenso.
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En esa rampante corrupción, la única apuesta posible es evitar la impunidad. Por tanto, resulta inaceptable la maniquea intención de avalar a un Fiscal Carnal. El gobierno federal parece “empeñado” en validar a Raúl Cervantes como el Fiscal de la Nación para los próximos nueve años, un actor político que carece de autonomía, de valor moral y de capacidad jurídica. La oposición está obligada a dejar simulaciones, y mostrar resistencias a un cheque en blanco de inmunidad. La corrupción podría ceder desde las componendas entre poderes.
Parte del grupo en el poder, Cervantes es primo de Humberto Castillejos y Alfredo Castillo. Hace un par de años, los senadores rechazaron su imposición como ministro de la Suprema Corte. Ahora Peña, insiste en hacerlo fiscal, para asegurar un manto de protección a la seguridad jurídica personal y la de su círculo más cercano. Cervantes ya ha demostrado ser cómplice de la clase gobernante. A Peña le conviene sostener a alguien suyo, en medio de tanto escándalo, y de tantos excesos. Ahí, está la apuesta de los priístas, todos.
A propósito de los desencuentros en ambas cámaras. Emilio Gamboa logró su cometido: dividir al PAN en la antesala presidencial y fortalecer al priísmo en el Senado. Su contraparte, el mexiquense, César Camacho -quien electoralmente sólo ha ganado la alcaldía de Metepec y lo demás lo ha conseguido por designación-, no ha podido siquiera instalar la Mesa Directiva en San Lázaro. Más allá de las formas poco ortodoxas de Gamboa, demostró su operación, y Camacho su inoperancia. Y pensar, que así lo promueven como secretario general de gobierno de Alfredo del Mazo.
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