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Distopías / In memoriam

Tania Contreras

Cierra los ojos un instante…

Respira…

Es la última bocanada de aire, sabías que este momento llegaría…

Hiciste todo lo posible para que así fuera…

Olvídate de ellos y deja que se queden tranquilos…

Tu semblante será su confort…

Deja que la tensión salga y déjate caer, prometo que no dolerá…

Así…

Así, solo deja que pase…

El cuerpo cayó como cae una hoja de papel cuando no hay viento que la sostenga, de forma abrupta azotó contra el pavimento mientras que al otro extremo de ese pequeño túnel de viento casi imperceptible, un hombre (o mujer, la percepción siempre puede engañar, a la distancia) bajó el arma, arrancó la motocicleta y salió huyendo en dirección contraria.

Quiénes son estos hombres…

Qué pasa…

Pero no hice nada…

Yo no hice nada…

A ellos no…

Es mi culpa…

Al escuchar el estruendo de la puerta supo que aquél hueco en el estómago que sintió antes de meterse a la cama tenía un por qué; un extraño sentimiento de resignación se apoderó de sus pensamientos, aquellos que siempre buscaban resolver un por qué, hoy estaban en blanco. Un punto final que fue colocado entre su frente.

Cuándo se volvió normal…

Viví con la posibilidad en mis pensamientos…

Y de forma literal, entregué la vida por esto….

La bala atravesó el cristal como si fuera mantequilla… El rugido estallo en mi cabeza como el grito más largo y profundo que hubiera escuchado jamás, el violento movimiento sacudió todo mi cuerpo como si se tratara de un trapo al viento, para después hacerme caer sobre mi costado derecho… no me dio tiempo de verlos, pero los esperaba desde hace tiempo… sabía que este momento llegaría, lo esperaba, lo sentía, lo vi en las fotografías que publicamos cientos de veces, conocía como sería…

No me dio tiempo de reaccionar, de pensar, de escribir… sabía muy bien lo que seguiría, conocía el procedimiento de memoria… la sangre comenzaba a nublar mi visión y a empapar todo mi rostro y mis cabellos… otros impactos ingresaron al automóvil y solo alcancé a sentir el calor del hierro hirviendo entre mi carne…

No sentí dolor, mi cuerpo no sintió dolor… mis pensamientos llegaron a mi familia y a las lentes de mis compañeros que tendrían un festín de agasajo con la escena… aunque sé que no me tomarían, a mí no me tomarían igual… Luis, Antonio, Mario… inclusive los más carroñeros se quedarían con la imagen más brutal para ellos mismos… algunos solo llegarán a llorar tras la línea policial y pensarán que esto es una terrible pesadilla, que juramos que nunca pasaría a nadie de nosotros…

¿Pero quién? ¿Quién lo hizo? Tantos años… tantas notas… tantos cuerpos… muchos hubieran querido hacerlo desde hace tiempo… solo hubiera querido saber, no morir por un desconocido al que solo le pagaron unas monedas para terminar con mi vida… solo me hubiera gustado…

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