Votar a ciegas
Israel Dávila
Los niveles de conocimiento que los electores tenemos de los candidatos a la presidencia están por encima del 90 por ciento, según señala las encuestas, y no es para menos ante el bombardeo de publicidad que a diario recibimos de ellos en los medios de comunicación masiva.
En efecto son muy pocas las personas que aún no ubican o conocen a quienes contienden por la Presidencia de la República, pero ¿cuántos de nosotros sabemos quiénes nos quieren representar en el Congreso de la Unión?.
Admito que no conozco a los candidatos de mi distrito a la diputación, y del Senado me acuerdo de los que fueron postulados de mayoría, pero desconozco la identidad de quienes llegarán a la Cámara Alta por la vía plurinominal.
Hace unos días, un consejero de la junta electoral del IFE en estado de México me decía que existe un total desconocimiento de quienes son los candidatos al Senado por la entidad y quienes aspiran a representarnos en la Cámara de Diputados Federal.
Entendible por tratarse de una elección concurrente, donde las miradas las atrae la contienda presidencial que han opacado al resto de las elecciones que tenemos que hacer el primero de julio y que no son menos importantes.
La lucha por la presidencia es la que acapara espacios en medios masivos, como radio y televisión y gran cantidad de anuncios espectaculares. Los aspirantes a la Cámara de Diputados prácticamente no tienen campaña por aire para llegar a las masas.
El proselitismo que hacen es más bien en tierra, casa por casa, o acudiendo a lugares de alta concurrencia para hacerse notar. Algunos han contratado call centers para que bajo la pantalla de una encuesta telefónica, te promocionen a algún candidato.
Los candidatos al Senado y la diputación federal pueden ser víctimas de sus propios partidos. Conozco casos de abanderados que no reciben apoyo económico alguno para hacer proselitismo. Los partidos se limitan a imprimir su propaganda, pero después les abandonan a su suerte.
El escaso apoyo de sus partidos ha obligado algunos a colgarse a las actividades que realizan los candidatos a la presidencia cuando se dan una vuelta por el estado, o bien, se arriman a la campaña de alcaldes para aparecer ante electorado.
Pero otros han preferido la inmovilidad. Muchos priistas esperan que la popularidad de su candidato presidencial les genere votos suficientes para llegar a San Lázaro. Los panistas y los de izquierda, de plano cómo ven la contienda perdida prefieren no hacer esfuerzo en vano. Los más conocidos, creen que su nombre y los sufragios que puedan venir en cascada hacia sus partidos por la contienda presidencial serán suficientes.
Así, con 70 días de campaña a cuestas, los candidatos al Congreso de la Unión son prácticamente invisibles, salvo honrosas excepciones. Lo que no hicieron o lograron en nueve semanas, difícilmente lo podrán revertir en las dos semanas que restan de proselitismo.
Los ciudadanos llegarán a la urna a votar a ciegas sobre sus representantes populares. No sólo no sabremos quienes son, sino más importante, qué pretenden de llegar al Congreso de la Unión. Si no llamaron la atención durante la campaña, difícilmente lo harán con su trabajo en la legislatura.
Ojalá que en estas dos semanas que faltan para los comicios, nosotros como electores hagamos en esfuerzo por conocerlos y saber qué es lo que proponen, para tener un poco de elementos para emitir el voto