Toluca, Edomex. 10 de diciembre de 2015.- La anarquía en que opera el transporte público del Estado de México ha llegado a niveles inaceptables. La ignominia con la que trabaja el secretario de Movilidad, Isidro Pastor Medrano resulta indignante. En medio de los abusos, la negligencia y la impericia de los concesionarios quedan los usuarios, frente a la imposibilidad de exigir un servicio de calidad. La anunciada renuncia de Isidro sólo ha quedado como un mero rumor, pero parece insuficiente un cambio de persona para generar una mejora sustancial en el servicio público de pasajeros.
Los transportistas se han convertido en un poder fáctico de influencia inconmensurable. La capacidad para doblegar a un gobierno ayer fue puesta a prueba a través de un paro parcial. La clase gobernante fue incapaz de imponer su autoridad y hacer cumplir la ley. A su naturaleza de concesionarios, los transportistas también representan un entramado clientelar de la estructura electoral del partido en el poder. Las componendas entre gobierno, PRI y transportistas parecen indivisibles, consustanciales a su origen, y en repetidas ocasiones parte de un mismo sector. Políticos que son concesionarios y que enfrentan un amplio conflicto de interés cuando operan como autoridad.
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Santiago Nieto Castillo ha sido impulsado a la escena nacional por el presidente Enrique Peña Nieto. Resulta inentendible que ahora los priístas lo denuesten en función de haber sido asesor del PRD en el Senado de la República. El pecado de Nieto Castillo está su acusación penal sobre Arturo Escobar del Partido Verde. Lo singular se concentra en que el senador Pablo Escudero -yerno de Manlio Fabio Beltrones- haya salido en defensa de Escobar. Parece que no es casual la defensa de Escudero, sin la anuencia del dirigente nacional priísta, Beltrones.
El acercamiento entre Peña Nieto y Nieto Castillo se remonta al 2009, cuando el hoy titular de la Fepade avaló entre otras cosas, una repartición de diputados plurinominales que significó una sobrerrepresentación, y benefició al Partido Verde en la Legislatura mexiquense. En ese momento se estableció un acuerdo “sospechosista” entre Enrique Peña y Santiago Nieto. Años más tarde, el grupo Atlacomulco impulsó a Santiago Nieto como candidato a consejero del desaparecido IFE, y más tarde fue asesor de la reforma electoral de 2013. Hoy parece que la amnesia ha contagiado a priístas, panistas y perredistas por igual.
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Texcoco representa para el gobierno peñista el símbolo de la modernización y la infraestructura. Ahí, Enrique Peña pretende construir el Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Para colmo de males, ese municipio será gobernado por lo que resta de su sexenio por el Movimiento de Regeneración Nacional, a través de Higinio Martínez, cuyo partido se opone radicalmente al proyecto aeroportuario del mexiquense. Será una relación política de alta complejidad y profundas resistencias. Hoy Higinio Martínez rendirá protesta como presidente municipal de Texcoco para el periodo 2016 – 2018.
Desde hace veinte años, Texcoco ha sido dominado por la izquierda. Su hegemonía sufrió una breve interrupción tras las elecciones de 2009, cuando ganó los comicios el PRI. Tres años más tarde, el priísta Manuel Cadena sucumbió ante Movimiento Ciudadano y Delfina Gómez, del grupo político de Higinio. En las elecciones de junio pasado, Brasil Acosta, integrante de Antorcha Campesina, perdió contra Higinio bajo las siglas de Morena. Desde este territorio, López Obrador apuesta a crecer su bastión electoral, con férrea resistencia al Aeropuerto, como ocurrió hace 13 años en San Salvador Atenco.
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