Toluca, Edomex. 3 de noviembre de 2015.- Las autoridades mexiquenses no pueden ni deben minimizar los atentados anarquistas perpetrados el fin de semana pasado en contra de cuatro unidades del Mexibus. El Estado de México se ha puesto en el centro de atención, de nueva cuenta, por aspectos negativos que impactan en la seguridad de la entidad. La presencia de grupos anarquistas se enquista como nunca antes por sus manifestaciones tangibles que es imposible invisibilizar a partir del silenciamiento mediático.
La preocupación debiera transitar en ocupación bajo dos premisas: Develar las intenciones que tienen los ataques registrados a unidades del Mexibus y salvaguardar la integridad de los mexiquenses en sitios de gran concentración. Está claro que la seguridad del Estado ha sido vulnerada y las consecuencias pudieron haber sido fatales. No es un asunto sólo mediático o anecdótico. Tampoco debe entender bajo el ya clásico argumento de un evento aislado. En su conjunto, las autoridades estatales están obligadas a otorgar amplia transparencia para que la información oficial sea amplia y precisa. Hoy más que nunca se requieren respuestas inmediatas que otorguen confianza en las instituciones.
Hasta ahora se han tratado de subestimar las expresiones manifiestas en contra de unidades del Mexibus. Parece un asunto que rebasa la casualidad que los atentados se hayan registrado en un sistema de transporte masivo que transita por Ecatepec, el municipio más populoso de la entidad y además tierra natal de Eruviel Ávila. Muy lamentable y preocupante sería que se apostara al olvido del asunto con el transcurrir de las semanas. No basta con investigaciones sin llegar al fondo del asunto y evitar la impunidad de quienes hayan cometido estos ataques.
También es cierto que el gobierno de la República se ha mostrado displicente y omiso. No ha existido una postura oficial salvo la indagatoria que se ha relegado su atención a la Delegación en el Estado de México de la PGR. No parece un asunto prioritario para un ataque ocurrido en la tierra del presidente Enrique Peña, el estado más visitado durante su mandato, inserto en un atentado anarquista, pero sin una posición clara ni una toma de decisiones inmediata. El silencio como una estrategia. La inacción como respuesta a los atentados. Preocupante e indignante para lo ahí sucedido.
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La fama pública de la afición futbolera del Club Deportivo Toluca no es la mejor en los aspectos de fidelidad. La prensa deportiva tilda a la mayoría de los aficionados choriceros como “villamelones” por sólo aparecer en los partidos populares o en las fases finales, y abandonar a su equipo en las rachas malas o en la normalidad de los torneos. Aunque hay excepciones, la afición del Toluca no siempre ha gozado de fiel y constante. A esa condición, ahora se suma un aspecto negativo, por un rasgo racial que ha resultado muy desafortunado tras su partido contra el América.
Con la derrota a cuestas, un aficionado toluqueño gritó desde la tribuna expresiones raciales en agravia del delantero americanista Darwin Quintero. Por uno pagan muchos, y la Comisión Disciplinaria ha condenado ya las arengas que se escucharon en las gradas de La Bombonera de la capital mexiquense. La directiva del Club Toluca ha manifestado también su rechazo a esas actitudes, y ha identificado al aficionado responsable de las ofensas que recibió el jugador de las Águilas. Es reprobable que en pleno siglo XXI sigan apareciendo los temas raciales, por lo que resulta deseable se asuman decisiones ejemplares en contra del responsable de tal actitud.
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