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El Manual de Maquiavelo

La cuota “degeneró”

Francisco Ledesma

 

La encrucijada de la “cuota de género” en que se metieron los partidos políticos en razón de cumplir con el 40 por ciento de candidaturas para mujeres fue resultado de las verdaderas cuotas con que los partidos políticos se encuentran comprometidos, a través del reparto de candidaturas hacia los poderes fácticos: sindicatos, cámaras empresariales, televisoras, sectores partidistas, élites políticas y hasta el final ocuparse del tema de la equidad.

En forma sistemática, los partidos políticos –todos sin excepción- buscan las canonjías y las componendas para acomodar a sus respectivos cuadros. La composición política de un congreso se planea desde el reparto de candidaturas, por el perfil de los candidatos, y por el peso político que van adquiriendo los gobernadores, los precandidatos que perdieron o declinaron, los ex gobernadores de cada estado, los dirigentes partidistas. El entramado se vuelve complejo porque el pastel a repartir no alcanza para todos.

Con una bomba en las manos, que obligó a los partidos políticos a cumplir con la “cuota de género”, los cuadros partidistas debieron sacrificar las cuotas de toda la vida. Enquistados en un poder –el político- que se resisten a perder, los “hombres” de siempre buscaron hasta el final, una salida para evitar que sus lugares fueran ocupados por mujeres. El chapulineo de quienes van cargo tras cargo, y hacen de su trayectoria pública un inventario de puestos electorales, hoy permanecen en las posiciones de privilegio y de permanencia.

Los partidos políticos –obligados por el exhorto del IFE- han cumplido muy de malas una situación que debiera darse natural. Ni debiera estar escrito en la ley, y ya plasmado en ley no debiera buscarse burlar, pero el régimen político así se construyó, a base de la enmienda, de la trampa, de la impunidad y de la injusticia, y en ese mismo rumbo se buscó sortear la condición que hoy ha puesto contra la pared a los políticos y sus partidos.

Las mujeres, si bien incluidas de manera forzosa, han sido relegadas a espacios donde los partidos políticos enfrentan desventajas y adversidades electorales. Las mujeres pues, van contracorriente en sus propios partidos, y en la elección constitucional. Las posiciones de privilegio, donde los partidos tienen garantizados sus bastiones, se enarbolan candidaturas masculinas.

La situación es devastadora cuando se devela además, que las mujeres candidatas, enviadas en situaciones complicadas, carecen en muchos casos de una formación política. Se les ofrecen los cargos a sabiendas de su inexperiencia política, del campo de batalla que significa el distrito electoral y en medio de una contienda que los partidos ya dan por perdida.

Sin ir tan lejos, Isabel Miranda de Wallace, es reflejo de cómo se opera electoralmente en el aspecto de género. La señora Wallace, sin dejar de ser una persona bien intencionada, ha sufrido los principales yerros de sus declaraciones por su inexperiencia, en un campo fértil de lo que es el último bastión perredista: el Distrito Federal.

Y en esa medida, la cuota degeneró. Hoy es cada vez más notoria la incorporación de los poderes fácticos a los poderes formales. Son los sindicatos, los empresarios y los monopolios económicos, quienes con más ahínco van ganando los espacios de poder. La amenaza, el chantaje y un clientelismo en contra de los políticos han derivado en que las televisoras han dejado de ser un soldado de los partidos, y los partidos son soldados de las televisoras. Su poder concentrado les da para eso, y hasta les legitima.

Mientras que la sufrida incorporación femenina se hace sobre el riesgo de que pierdan elecciones. Y si ganan en las urnas, dada su chata trayectoria política, los “tiburones” que les rodean –en figura de asesores- sean quienes en realidad ejercen el poder, ya sea desde el ámbito legislativo o ejecutivo. El poco interés de partidos, en los sectores que dicen defender, da muestras reales de sus deficiencias. La mujer sigue siendo víctima de su vulnerabilidad, y es vulnerable porque el Estado no hace lo suficiente para que esa condición se modifique.

Hay excepciones, sin duda, de mujeres dedicadas hace años a la política, pero son las menos. Mujeres apasionadas por el servicio público y por jugarse la carrera en una elección. Conocedoras de la ideología partidista que representan, y en qué consiste el juego del poder.

Sin embargo, la mujer en la mayoría de ocasiones queda relegada, marginada, excluida del poder político. Pero si son pocas mujeres, esa también es responsabilidad de los partidos políticos, que no fomentan su participación, su formación, su ascenso, su promoción.

El problema central parece tener una premisa común: Los partidos políticos diseñaron una ley sin antes prever su aplicación. Y cuando pensaron en incumplirla, nunca pensaron en ser sancionados. La impunidad pasó por su mente, sólo que este país, al menos de a poquito debe comenzar a cambiar, y el IFE dio por fortuna, un manotazo en la mesa que los obligó a cumplir.

Aunque a la vuelta de la historia, la cuota de género, degeneró.

 

La tenebra

Con el comienzo formal de las campañas electorales ha llegado el momento de confrontar las propuestas. Lo ideal será que los partidos y los candidatos superen los lugares comunes, para ocuparse de cosas tangibles. Los mexicanos ya sabemos qué necesitamos, queremos saber el cómo hacerlo.

 

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