Toluca, Edomex. 28 de abril de 2015.- El presidente de facto en el PRI mexiquense se llama Erasto Martínez Rojas. La verdadera toma de decisiones del priísmo transita por el escritorio de Erasto, quien determina las acciones políticas, financieras y electorales que realiza el partido. La estructura electoral es supervisada por Martínez en giras que ha comenzado a desarrollar en compañía de los candidatos a diputados federales. En paralelo, ha conformado una estructura afín para que evalúen los trabajos de la maquinaria responsable de la movilización del voto. Los demás sólo están para que salgan en la foto.
Erasto es el hombre más cercano a Eruviel, y en el par de elecciones que le ha tocado librar como gobernador, el originario de Oaxaca ha tenido que desplazarse al trabajo partidista. En 2012, Martínez solicitó licencia al entonces cargo de secretario particular, y fue el operador político del priísmo en Ecatepec, la tierra natal del grupo en el poder, para garantizar el triunfo. A tres años de distancia, Erasto renunció a la secretaría de Finanzas, pero ahora se ocupa de la operación política de todo el estado, en una elección crucial para el futuro del eruvielismo.
Mucho se especula sobre lo que vendrá para Erasto Martínez acabada la elección. La ecuación más lógica e inmediata sería regresar al gobierno mexiquense, quizá a la misma secretaría de Finanzas que hasta hoy sigue sin titular.
Otros más advierten la posibilidad de que Erasto se convierta en secretario general de gobierno para el último tramo de la administración de Eruviel, y cerrarle el paso a las aspiraciones futuristas de José Manzur que ha vendido favores a cientos de candidatos priístas en esta elección, con la intentona de cobrarles la factura en 2017, cuando quiere al igual que lo buscó su jefe político, Isidro Pastor en 2005, convertirse en candidato a gobernador por medio del “agandalle”.
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Aurelio Nuño está destinado a despegar electoralmente en un plazo de tres años. De forma no casual, la mañana del lunes el nombre del Jefe de la Oficina Presidencial apareció en al menos tres columnas de periódicos nacionales, especulando sobre su futuro político. La de mayor despropósito, lo coloca como una opción lejana pero viable para convertirse en un delfín del peñismo en la sucesión presidencial de 2018. La más prudente, concentra a Nuño como la apuesta priísta por recuperar la capital del país, en manos del PRD desde que existe posibilidad de elegir jefe de gobierno en 1997.
En la hoja de vida de Nuño, hay un capítulo que se maneja con sigilo y debajo del colchón. Aurelio tiene en su pasado oculto, haber trabajado para la administración panista, particularmente en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social que encabezaba Javier Lozano. Ese fue el último antecedente de Nuño, antes de incorporarse como un estratega primero de Luis Videgaray en San Lázaro, y posteriormente de Enrique Peña en la campaña presidencial. El vertiginoso ascenso al poder de Aurelio no hace más que recordar al propio Peña Nieto.
Está claro que la carrera de Nuño ahora transita por la toma de decisiones, pero su intención electoral requerirá tarde o temprano un impulso público, es decir, brincar a una secretaría de estado, desde la cual pueda forjar su proyecto político. Desde hace meses, en la mira de Aurelio se encuentra el escritorio de José Vasconcelos, hoy en poder de Emilio Chuayffet, a quien palmo a palmo, le han ido restando autoridad desde la Secretaría de Gobernación. En esa posibilidad, a Nuño le sonríe la fortuna.
Los colaboradores cercanos al mexiquense alientan la genuina idea de incluso construir un proyecto presidencial para Chuayffet, pero parece que lo más cercano será su salida en la segunda sacudida del gabinete proyectada para finales de este año.
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