A todo santito le llega su fiesta. Marcela González Salas -originaria de Ecatepec y aliada política de Eruviel Ávila-, quien actualmente funge como directora general de Radio y Televisión Mexiquense está destinada a convertirse en diputada federal, según el ofrecimiento que hay sobre su escritorio, y que habrá de definirse en los próximos días, para sumarse a los múltiples registros que alista el PRI para los aspirantes a San Lázaro. El regreso de Marcela a las grandes ligas no es gratuito, en el fondo se trata de que el equipo de comunicación social que encabeza Carlos Aguilar desde la poderosa coordinación de imagen institucional, también controle por interpósita persona el sistema de radio y televisión pública de la entidad.
Desde su arribo al poder, Aguilar es un hombre fuerte en el gobierno eruvielista, y fue por su mando que la barra política de Televisión Mexiquense salió del aire, tras considerar que dicha programación resultaba muy onerosa para el presupuesto del canal público. Y además con ello se desmarcaban de todo signo hereditario de David López Gutiérrez -vocero de Enrique Peña-. La consigna era entonces marcar una nueva etapa, y con ello, se ordenó en lo inmediato reemplazar toda la simbología del logotipo del «compromiso» que distinguía al gobierno peñista, por el nuevo signo distintivo que pregona «gobierno que trabaja y logra en Grande».
A eso se sumó hace algunos meses, la sustitución en el área de Comunicación Social del PRI del Estado de México de su jefa de Prensa Leticia Mena. En el enroque fue beneficiada Elba Chávez, quien fue docente de Aguilar en su paso por la UNAM. La nueva vocera del priísmo asegura haber trabajado en el periódico Reforma, aunque en el rotativo capitalino no existe vestigio periodístico -ni entre reporteros o editores- de que eso haya ocurrido. Con poca experiencia en el ámbito estatal, Chávez trata de ejercer su poder, a través de la unilaterilidad como distinción. Toda declaración, comunicado o entrevista del partido y sus dirigentes, debe pasar previa autorización del área de prensa, que a su vez, reporta toda actividad a la oficina de Aguilar.
Raúl Vargas, coordinador de comunicación social, se avoca al sentido liberalista de la economía de los treinta. Simplemente «deja hacer, y deja pasar», mientras las decisiones no perjudiquen su status quo y él se siga mostrando como el vocero «oficial» del gobierno eruvielista. Sin embargo los errores en su área son evidentes y recurrentes. Comunicados que se reemplazan o se cancelan, invitaciones de prensa que se modifican o se suprimen son el pan de cada día, y ya una burla permanente para quienes cubren la fuente de gubernatura. Sin olvidar el aquelarre de cuando aseguró que no había víctimas mortales en el helicopterazo del mes de octubre, y más tarde debió ser desmentido por el propio Eruviel Ávila.
La función de un área de comunicación social es similar a la de un árbitro de fútbol. Entre menos se hable de ella resulta que trabaja adecuadamente. Cuando las áreas de prensa comienzan a ser noticia, es que algo no está del todo bien. Frente a los errores, algunos justifican que se está pagando el noviciado. Lo cierto es que el costo político lo está llevando consigo Eruviel Ávila y su gobierno. No todo es convenios publicitarios, y no todo es la imagen de un gobernante que se placea en cada gira de trabajo.
La andanada de críticas a sus actos de gobierno no sólo han venido de la prensa, sino de otros sectores del ámbito público y privado, pero Eruviel y los suyos están hoy más ocupados por desmarcarse de Peña Nieto, que por hacer las cosas bien. Su principal dolor de cabeza es la comparación con el anterior gobierno, y no alcanzan a divisar que lo que está en juego es la recuperación de la expectativa que causó para muchos que el Valle de México ascendiera al poder, y no echar culpas en el desplazamiento a los «tolucos». La ecuación parece simple aunque muchos parecen no entenderla.