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El Manual de Maquiavelo

La mujeres del PAN   Francisco Ledesma

 

Pese a ser el partido más conservador, el panismo mantiene abierta la posibilidad de tener una mujer como candidata a la Presidencia de la República, la cual según los sondeos de opinión y encuestas electorales, sería la primera en términos de género con posibilidades reales de ganar, frente a los casos anecdóticos de Rosario Ibarra –hoy convertida en senador por el Partido del Trabajo-; y de Cecilia Soto, la aspirante testimonial de 1994, cuando el PT había sido creación salinista para dividir a la izquierda aglutinada en un perredismo que le era incómodo a su gobernabilidad.

 

Sin embargo, en el entramado panista parece no ser la primera ocasión en que se encuentra la posibilidad de contar con una candidata. Tanto Vicente Fox como Felipe Calderón –los presidentes mexicanos de extracción panista- jugaron con escenarios electorales en los que la abanderada de su partido, el PAN, era una mujer. En ambos casos coincidentemente la candidata ideal para su respectiva sucesión hubiera sido su esposa, en un maridaje de poder que ha caracterizado a los gobiernos panistas.

 

Una especie de reelección que a partir de procedimientos electorales posibles, posibilitara en el juego de sucesión al final de su correspondiente sexenio, favorecer a sus parejas sentimentales para que se convirtieran en las Presidentas de México, ensimismadas con el poder político, sus relaciones, su influencia inconmensurable y todo un aparato de Estado a su servicio.

 

Hacia la segunda mitad de su sexenio, el panista Vicente Fox ya había contraído segundas nupcias con quien había fungido como vocera de su gobierno en Guanajuato, y posteriormente desempeñó las mismas funciones con Fox como candidato presidencial y al inicio de su mandato.

 

Su relación sentimental fue desde siempre parte del cotilleo del acontecer de la alternancia política, y en el ejercicio de gobierno, el casamiento se formalizó, lo que profundizó la influencia de poder de Marta Sahagún en las decisiones de la administración foxista; también tomó algunas riendas entre su gabinete. Tanto Fox como Sahagún se autodenominaron “la pareja presidencial” para hacer público que muchas decisiones de poder las tomaban en conjunto.

 

Su promoción personal fue cada vez mayor con la intención de suceder en la silla presidencial a quien había sido su jefe, y ahora estaba convertido en su esposo. Sahagún tenía ambiciones superiores, había construido bases de apoyo entre militantes y simpatizantes en el partido, y desde el uso del poder que otorga la Presidencia de la República, había consolidado pilares de respaldo entre los sectores empresariales, políticos y sociales que toman las grandes decisiones del país. Su precandidatura era ya inocultable.

 

 

Al final del camino, fue tanta la incomodidad al interior del gabinete foxista, la inconformidad entre los aspirantes presidenciales panistas y la crítica aguda que se proliferó en la prensa; que fue el propio Fox quien sepultó las aspiraciones políticas de su esposa. Sentenció que al final del sexenio, ambos se irían al rancho de San Cristóbal, donde vivía en Guanajuato, sin que hubiera de por medio ambiciones políticas en la mente de Marta. Declaración falsa pero que eliminó algunas críticas aparejadas ya para entonces con el proceso de desafuero que victimizaba y popularizaba a López Obrador en la misma carrera presidencial.

 

Con Calderón, las cosas han sido semejantes. Encumbrado en la cima del poder bajo la sospecha de un fraude electoral, el panista  michoacano ha tenido poca aceptación social desde el inicio de su gobierno, producto también de la crispación política que generó la guerra sucia que llamó a López Obrador “un peligro para México”, y que fue en parte lo que contribuyó al cuestionado triunfo electoral del calderonismo “haiga sido como haiga sido”.

 

Sin embargo, en la búsqueda de escenarios mitigatorios a ese rechazo social, el equipo de imagen del Presidente, encontró un alto índice de aceptación a su esposa Margarita Zavala, quien a partir del segundo año de gobierno se hizo más frecuente en las giras presidenciales, eventos oficiales y actos cívicos. De inmediato, la especulación volvió a la sombra del panismo, para tener como opción válida a Margarita como sucesora potencial de Calderón.

 

En el escritorio de Felipe Calderón se valoró con seriedad, hasta hace poco más de un año la posibilidad de que Margarita fuera candidata del PAN a la Presidencia de México. La esposa de Calderón por cierto, con una carrera política de mayor trayectoria, donde incluso se ha desempeñado como diputada federal. Con una ascendencia panista de años atrás, en cuyos cursos de inducción a su partido conoció a Calderón, quien fue uno de sus instructores en sus inicios de militancia partidista.

 

Al final la conclusión fue la misma. Resultaba  insostenible que la esposa del presidente en turno anunciara su intención de ser postulada como candidata presidencial. La hipótesis se desechó y el calderonismo puro volteó los ojos a la figura más cercana y de confianza para Felipe, para decidir que Ernesto Cordero fuera su delfín en la sucesión por Los Pinos. Sin embargo, el desempeño corderista ha sido desalentador, por lo que en esa ecuación, parece dimensionar la necesidad de lanzar una candidata, que ya no será su esposa.

 

La tenebra

 

El panismo pierde mucho tiempo en tomar su decisión. Aunque en los hechos Enrique Peña y López Obrador aún no son siquiera precandidatos, la opinión pública tiene claridad en que ellos estarán en las boletas electorales de 2012, y desde ahí empiezan a tomar sus decisiones sobre por quién ir a votar.

 

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