OFF THE RECORD 28-10-2024
Toluca, Edomex; 28 de octubre
de 2024.- La dinastocracia está más viva que nunca. A la designación de Andrés
López Beltrán como secretario de Organización en la dirigencia nacional de
Morena, se debe sumar el activismo político que ha retomado José Ramón López
Beltrán, el primogénito del expresidente López Obrador. El pasado viernes, Joserra
se hizo presente en un evento público donde acompañó a la gobernadora Delfina
Gómez. No sólo eso, la comunicación institucional le dedicó un comunicado a su
presencia. Ya no hay impedimento moral, ni político ni legal, para que la
familia López Beltrán se mueva con absoluta libertad. Nada es causalidad ni
tampoco gratuito.
El sábado, por su parte,
Andy López estuvo en Toluca -donde también sostuvo un encuentro con Delfina
Gómez-, acompañando a la dirigencia nacional morenista que preside Luisa María
Alcalde. A pesar de que López Beltrán ocupa una tercera cartera en importancia,
roba cámara y preside las reuniones en las que se toman decisiones políticas.
Sin embargo, las tribus del morenismo mexiquense terminaron por robar el
espectro mediático. Florecieron las disputas de corrientes internas -o lo que
es lo mismo, la réplica de las tribus perredistas que son su origen político-, cuyas
pugnas hoy están más avivadas que nunca por la ambición que causa el poder
público.
Los desencuentros protagonizados
por Higinio Martínez y Daniel Serrano no son nuevos, sólo que cada vez son más
públicos. Uno se asume como el gran tlatoani de la izquierda mexiquense; el
otro se autodenomina “dirigente” o “líder emergente”. Ambos, pretenden incidir
a favor de sus “tribus” como el perredismo de la transformación. Como decía el
psicólogo, lo que te checa, te choca. El dúo enemistado pierde porque queda
exhibido frente a otras tribus.
En Morena están por decidir
la nueva dirigencia del partido, aquella que se hará responsable del proceso
electoral de 2027, cuando vengan otra vez las elecciones intermedias. Desde ahí,
los liderazgos políticos más sólidos también disputarán la candidatura del
2029. Tras la unción de la dirigencia estatal, desde ahora se puede advertir que,
ambas tribus se acusarán de haber perdido en el proceso sucesorio. En resumen,
los mexiquenses de corazón han perdido latidos en el camino; y los puros, no
son tan puros como presumen. Quien más gana en el trance de los desencuentros
son dos grupos internos: el de la gobernadora Delfina Gómez, y del dos en la
jerarquía de gobierno, Horacio Duarte.
Ahora bien, el gran reto
de Morena para los años por venir, está en demostrar que el movimiento puede
trascender al liderazgo moral del expresidente Andrés Manuel López Obrador. A
pesar de la enorme legitimidad de Claudia Sheinbaum, existe el riesgo de colapso
entre las diferentes tribus morenistas, aquellas que fueron incapaces de elegir
a su dirigencia a finales de 2019. Las mismas que han demostrado que les pueden
más las diferencias personales por encima de las causas políticas. Si quieren
verse en un espejo, ahí está el PRI colapsado por montielistas, eruvielistas y
delmacistas; o bien, la desaparición del PRD a nivel nacional, que hoy se
disputa los resquicios de un partido político local.