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El Manual de Maquiavelo 09-08-2024

Francisco Ledesma /  El desdén al deporte como política pública

El desdén al deporte como política pública ha sido sistemático durante los últimos sexenios, particularmente al Estado de México, donde cada vez menos se advierte la capacidad o intención para su promoción, impulso, apoyo y práctica. El mayor colapso de su desplazamiento en la agenda de prioridades institucionales se dio en la administración de Alfredo Del Mazo, cuando se decidió desaparecer el Instituto Mexiquense de Cultura Física y Deporte, y adherirlo como un área más -sin definición clara- de la Secretaría de Cultura y Turismo.

 

Borrado del organigrama, el deporte amateur ya no figuró más en programas o acciones desde su asignación presupuestal, o en la construcción mediática de un gobierno dedicado al Salario Rosa, noche y día. Entre sus directores, el delmacismo se decantó por el reciclado Carlos Acra y hasta por Máximo Quintana -yerno de Erwin Lino- para encabezar las directrices del deporte en la entidad más poblada del país, y otrora generadora de talento deportivo.

 

A nivel nacional, el peñismo también dio muestra inequívoca de sus malas decisiones y su indiferencia por el sector, cuando dejó en manos de un exprocurador las directrices deportivas, sólo porque a su amigo personal le gustaba el pádel y el tenis; y tenía que premiarlo por su oficio político en tierras michoacanas. Alfredo Castillo -el funcionario de la todología del peñismo- se encargó de castigar a dirigentes de asociaciones deportivas -en su perfil de policía persecutor-, antes que apoyar a los talentos deportivos en el país.

 

En los últimos seis años, Ana Gabriela Guevara -la velocista mexicana más distinguida en la historia- tomó las riendas del deporte sin muchas luces de lo que significa la administración pública. Se enemistó con deportistas, a quienes les cerró la puerta de los apoyos económicos, y confrontó mediáticamente para imponer sus decisiones con el arropo del inquilino de Palacio Nacional.

 

Si a Castillo y Guevara hay un hilo conductor que los une, ese es el desaseo financiero en su gestión al frente de la Conade, plagado de observaciones por inconsistencias presupuestales, mientras los deportistas se quejaban, y lo siguen haciendo, por la carencia de apoyos económicos para su preparación y participación en competencias nacionales e internacionales.

 

Como en cada periodo olímpico, se reflexiona y se compromete que el apoyo gubernamental es fundamental para triunfar dentro de cuatro años, cuyo futuro resulta incierto. Hasta ahora, la virtual presidenta Claudia Sheinbaum no ha revelado si favorecerá la permanencia de Guevara al frente de la Conade, o bien, incidirá en un cambio necesario frente al desgaste político y la incapacidad personal para desempeñar el cargo que rodea a la medallista de Atenas 2004.

 

En el caso del Estado de México, la gobernadora Delfina Gómez ha rescatado el Instituto del Deporte del ostracismo, para colocarlo como parte de la Secretaría de Educación, con la promesa de darle un impulso diferente en su agenda pública y en el recién presentado Plan Estatal de Desarrollo. Falta por ver que eso se traduzca en un programa de acciones a las que se les asigne el presupuesto necesario para hacerlo posible. Pero hacerlo mejor que su antecesor podría estar garantizado, sin que eso signifique un gran éxito para su agenda.

 

Mientras mediáticamente, se sigue romantizando las historias de éxito de deportistas que deben enfrentarse a la adversidad de sus autoridades, de sus instituciones y de sus asociaciones. Y dentro de cuatro años, esperar a que las medallas caigan a cuentagotas porque no hay presupuesto ni voluntad para cambiar la realidad en apenas un ciclo olímpico con cita en Los Ángeles 2028.

 

La tenebra

Colgarse medallas ajenas, es el deporte olímpico favorito de la clase política.

 

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