El Manual de Maquiavelo 07-06-2024
Francisco Ledesma / Una oposición sin culpas
El resultado más
devastador para el bloque opositor no se concentra en la apabullante derrota en
las urnas electorales del pasado 2 de junio; su mayor fracaso está en el golpe
de realidad que no terminan por comprender ni por asumir, y que desde ya, han
pretendido asumir mediante una nula autocrítica y una carente capacidad para
comprender las razones de su fracaso partidista.
A lo largo de seis años,
el PRIAN ha buscado machacar con la idea de que Andrés Manuel López Obrador
sigue siendo un “peligro para México”, bajo una serie de consideraciones que no
terminan por conectar ni siquiera con sus votantes más cautivos, porque sus acepciones
se limitan a conceptos por demás abstractos como una “dictadura”, que hacen
poco sentido para generar una gran base social, necesaria para volverse competitivos
en cualquier elección.
Durante las campañas
electorales, los partidos de oposición acusaron que Morena amenazaba con los
programas sociales como una herramienta clientelar para coaccionar el voto a su
favor; pero las encuestas de salida han demostrado que el partido en el gobierno
ganó en prácticamente todos los estratos sociales y en diversos grupos etarios,
incluidas las clases medias que apuntaban para ser la apuesta de la oposición,
como su mayor capacidad de identidad electoral.
Conforme se acortaban los
tiempos para la elección, apuntaron sus esfuerzos en contra de las encuestas;
mientras mentían sistemáticamente al presentar sus propios números que -a su
decir-, les daban un empate técnico, pero nunca mostraban un soporte serio o
metodológico de sus posibilidades de triunfo.
Vinieron las fracturas
internas, los tránsfugas del priísmo y del panismo que se convirtieron en ecologistas
o morenistas. Minimizaron el colapso interno, y agudizaron la crisis, mediante
la expulsión de exgobernadores y liderazgos a quienes echaron culpas de las
derrotas del pasado inmediato.
En los momentos más
aciagos de la campaña, los dirigentes del prianismo acusaron que el clima de
violencia política era un escenario propicio para inhibir la participación de
los votantes, y eso favorecería al oficialismo que apostaba a sus bases más
cautivas: el pronóstico volvió a fallar, y se registró una participación de casi
el 65 por ciento en las casillas del Estado de México.
Tras la debacle
electoral del domingo 2 de junio, sucedió lo impensable. Pusieron en duda la credibilidad
de un resultado aplastante y vergonzoso. Tocaron al INE, aun cuando durante
meses dijeron defenderlo, y hasta organizaron marchas a su favor; ahora se
convirtió en su verdugo, pero nunca pasó por su narrativa el asumir la responsabilidad
de su derrota a la incapacidad de ser oposición, así como a la desorganización
de sus campañas electorales y pésimas candidaturas.
A lo largo de doce años,
el PRIAN ha sido incapaz de explicar cómo han extraviado votos de manera sistemática,
porque piensan que una oposición puede ser competitiva con solo tener una
trinchera electoral -en un municipio que han asumido como propiedad privada-
que apenas rebasa los 70 mil sufragios, en un estado que cuenta con más de 13
millones de electores.
No se puede presumir ser
el senador de primera minoría más votado, cuando se vive en un estado que casi
duplica en número de electores a la entidad que le sigue en número de votantes
que es la Ciudad de México, con poco más de 7 millones de electores, eso es una
verdad a medias o una mentira completa.
El senador de primera minoría
le ganó su apuesta a Marko Cortés porque el PAN rebasó el millón de votos en la
entidad; pero quedó muy lejos de los 2 millones de electores que declaró en
entrevista como meta el pasado 2 de junio; y quedó por detrás del millón 300
mil sufragios que alcanzó el PAN en la elección senatorial de 2012, con la
mitad de votantes inscritos en la lista nominal.
La dirigente priísta que
se decía infalible, debería explicar cómo sucedió que en la elección de
senadores, de haber obtenido 2 millones 800 mil votos en el 2012 -cuando ella
se presentó en las urnas-; su partido perdió 900 mil electores para 2018, para
sumar un millón 900 mil sufragios; y volvió a restar otros 600 mil simpatizantes
para este 2024, que apenas rebasó el millón 300 mil votos.
Para la oposición, el
resultado del domingo es culpa de las “mañaneras” de López Obrador, y hasta de
haber saludado a la mamá del Chapo Guzmán, pero nunca asumirán que ha sido por
sus dirigentes impresentables, por la imposición de sus decisiones, por la
exclusión de cuadros políticos y por la ausencia de un proyecto de gobierno;
además de desestimar a los electores, esos mismos que asumen -junto con Alfredo
Del Mazo- entregaron la elección del Estado de México en el 2023, sin mayores
culpas que claudicar frente al poder.
Pero jamás pasa por su
entendimiento, que la derrota del 2024, fue también por la impericia, la incapacidad,
la soberbia y la arrogancia que se ha apropiado de quienes se dicen dirigentes
del bloque opositores, pero que únicamente representan a sus intereses y sus
componendas con el poder político.
La tenebra
Fracasaron en el
distrito 18 de Huixquilucan y quedaron mal con Josefina Vázquez Mota; y también
perdieron el distrito 27 de Metepec, lo que en voz de la dirigente priísta
cuando sucumbieron en la gubernatura, podría reflejar una evaluación de los
electores a la diputada federal tricolor más votada del país en el 2021.